Descripción de la ruta:
El viaje tiene como objetivo principal hacer un recorrido por los lugares que han sido sedes de hallazgos arqueológicos claves para la comprensión del mundo antiguo. Si bien los lugares no se corresponden a una civilización antigua específica, los hallazgos ahí efectuados han sido claves para las aproximaciones históricas al legado humano dejado por civilizaciones tan reconocidas como la egipcia, la babilónica y la minoica.
El viaje empezará con la llegada al aeropuerto de Abu Simbel donde se encuentra el templo de Ramsés II. Luego ascenderemos por barco en el Nilo hasta llegar a la ciudad de Luxor, antigua Tebas, en cuyas riberas se encuentra la célebre tumba faraón Tutankamón, descubierto por Howard Carter en 1922 y cuya riqueza arqueológica ha permitido un mejor acercamiento a los modos de vida de los antiguos egipcios. Posteriormente seguiremos el viaje en barco hasta llegar al delta del río Nilo donde se localiza el enclave portuario de Rosetta, lugar importante debido al descubrimiento de la Piedra de Rosetta, que permitió la traducción de los jeroglíficos egipcios. Luego, regresaremos a Guiza, donde podremos apreciar las pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos. Continuaremos nuestro viaje por tierra hasta llegar a la ciudad de El Cairo, capital del actual Egipto y de cuyo aeropuerto partiremos a Bagdad.
De Bagdad partiremos a la provincia iraquí de Babil donde visitaremos la sede arqueológica de la Puerta de Ishtar. Luego de esto, retornaremos a Bagdad donde nos desplazaremos por vía terrestre hasta la provincia iraní de Kermanshah, sede de unos de los descubrimientos arqueológicos más importantes: la Inscripción de Behistún, cuya relevancia arqueológica reside en que permitió descifrar la escritura cuneiforme. Posteriormente viajaremos hasta Teherán desde donde tomaremos un vuelo hasta la isla griega de Creta, en la cual visitaremos las ruinas del Palacio de Cnosos. Por último, cruzaremos el Egeo por vía marítima hasta la ciudad de Atenas, donde abordaremos un vuelo con destino a Berlín para visitar los restos arqueológicos de la Puerta de Ishtar ubicados en el Museo de Pergamo. Por último, volaremos hasta la ciudad de Londres para visitar el Museo Británico que alberga la Piedra de Rosetta, concluyendo así nuestra travesía.
Mapa de la ruta:
Fachada del palacio de Ramsés II. Cuya construcción finalizada data de 1264 a. C. Tomada de: nationalgeographic.com
Piedra de Rosetta, 196 a. C., Museo Británico de Londres.
Puerta de Ishtar, 575 a. C., Museo de Pérgamo de Berlín.
Inscripción de Behistún, declarado patrimonio de la humanidad en 2006. Tomada de: nestorhistoriauniversal.blogspot.com
Historia:
De acuerdo a la historiografia tradicional, las civilizaciones fluviales corresponde a aquellas que florecieron en las riberas de grandes afluentes hídricos: Mesopotomia entre el Tigris y el Eufrates, Egipto en las orillas del Nilo, China entre el Yang tse y el Hoang Ho, y la India entre el rio Indo y el Ganges. Otras civilizaciones florecerian posteriormente en el mundo antiguo gracias al desarrollo de la navegación, tal fue el caso de los fenicios. El florecimiento de las civilizaciones griega y romana se debio a procesos migratorios bastante complejos que integraron grupos sociales racial y culturamente variados. No obstante, las conjeturas históricas no han sido indiferentas a los idearios nacionales o las ideologias políticas, lo cual se puede apreciar en el modelo ario que sostiene el origen autoctonamente indoeuropeo de la civilización griega. Dicha afirmación, fuertemente rebatida por el historiador Martin Bernal, cae en dos errores: en primer lugar, lo indoeuropeo alude a una familia lingüística y no ha una determinada raza; y en segundo lugar, los vestigios mitológicos y arqueológicos sugieren una enorma zona de influencia, llegando incluso a pensar en un origen afroasiático de la civilización helénica. Como lo menciona Bernal, las similitudes del personaje mitológico griego de Orfeo y el Libro de los Muertos propio de la tradición egipcia pueden anticipar rasgos comunes de una misma zona de influencia:
“Existen también conecciones entre Orfeo y el Libro de los muertos. En el Nuevo reino y el posterior Egipto, este sirvió como guía para las almas que enfrentaban los peligros del Inframundo en su camino hacia la inmortalidad, y fue frecuentemente enterrado con los cadaveres momificados. En Grecia e Italia, hechizos e himnos inscritos en la hoja de oro fueron sedes para los cuerpos de los devotos de Orfeo” (Bernal, Martin. Black Athena. The afroasiatic roots of classical civilization. Rutgers University Press, New Jersey, 1987, p. 72)
Es precisamente la variedad multicultural del pasado antiguo una herramienta clave para su comprensión. Consideremos dos ejemplos: la piedra trilingüe de Rosetta, hallada en 1799 pero solo descifrada en 1822 por Jean-Francois Champollion. Su importancia consiste en que a partir de la gramática comparada es posible descifrar el contenido de los jeroglificos haciendo uso de otros idiomas, como el griego. Como lo menciona Ceram:
“La piedra de Rosetta no sólo presentaba 14 líneas de texto jeroglífico y 32 de texto demótico, sino que debajo se hallaban 54 líneas en escritura y lengua griegas. El texto griego era legible, traducible, y ya en El Cairo se comprobó que se trataba de un documento del año 196 a. C. en el que los sacerdotes de Memfis aclamaban a su rey, Ptolomeo V. Nada más fácil que suponer que los tres textos contenían el mismo fondo, que las tres escrituras correspondían, y que simplemente cotejando la escritura jeroglífica con el texto griego podía ser descifrada signo tras signo”. (Ceram, C. W. En busca del pasado. Historia gráfica de la arqueología. Editorial Labor, Barcelona, 1961, p. 106)
Lo mismo puede decirse de la Inscripción de Behistún, replicada en 1835 por Henry Creswicke Rawlinson en la obra The persian cuneiform inscriptions at Behistun”. La relevancia de este hallazgo fue tal debido al desciframiento que posteriormente pudo hacerse de la escritura cuneiforme valiéndose de las tres versiones contenidas de las conqyuistas del rey Dario I: persa antiguo, elamita y babilonio. En ese orden de ideas, fue gracias a la reproducción simultanea de un mismo relato en idiomas distintos, fue posible inferir los contenidos y descifrar las escrituras antiguas.
Sin embargo, no son solo los vestigios lingüisticos aquellos que permiten mejorar la comprensión del pasado. El descubrimiento de nuevas vetas arqueológicas nos puede decir mucho de los hábitos y las costumbres de los antiguos pobladores. Así por ejemplo, el descubrimiento de la tumba del faraón Tutankamón efectuado por Howard Carter en 1922. Dicho hallazgo fue significativo en dos sentidos: la conservación del legado material y su abundancia. Por ello se puede decir que el descubrimiento de la tumba de Tutankamon desperto el interés mundial por la egiptología y fue un notable hito de la arqueología contemporánea.
Otro claro ejemplo lo podemos apreciar en el descubrimiento del palacio de Cnosos en Creta, efectuado por Arthur Evans. Cnosos marca un hito en el descubrimiento de la civilización minoica, antecesora de la civilización micénica. Inspirados en el mito del rey Minos y el laberinto del minotauro. Sus atributos arquitectónicos permitieron decir que aquel palacio se asemejaba al laberinto construido por Dédalo.
De esta manera, podemos decir que Un retorno al pasado se propone dar cuenta de los principales eventos arqueológicos que han permitido clarificar la comprensión del pasado y abrir paso a nuevas interpretaciones de ese vasto periodo de tiempo que configuró el destino de la humanidad.
Bibliografía:
Bernal, Martin. Black Athena. The afroasiatic roots of classical civilization. Rutgers University Press, New Jersey, 1987.
Ceram, C. W. Dioses, tumbas y sabios. La novela de la arqueología. Ediciones destino, Barcelona, 1963.
Ceram, C. W. En busca del pasado. Historia gráfica de la arqueología. Editorial Labor, Barcelona, 1961.
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