lunes, 29 de septiembre de 2014

El Resplandor Asirio.

Descripción de la ruta:

El imperio asirio se ha caracterizado en los anales de la historia del Antiguo Oriente por su belicosidad, pero también por su asimilación de los legados acadio y babilonio. Por esta razón no ha de ser extraño considerar que los yacimientos arqueológicos y las fuentes historiográficas empleadas en el estudio de los sumerios, los acadios y los babilonios, sean igualmente empleadas para el estudio de la cultura y la civilización asiria.
Para dar cuenta de la vastedad del imperio asirio, nuestra travesía empezará en el delta del río Nilo, específicamente en los restos de la antigua ciudad de Bubastis, asediada en la antigüedad por Asurbanipal II y Salmanasar III. Luego seguiremos hasta la actual ciudad de Jerusalén, importante en la historia de asiria por ser una ciudad frecuentemente sitiada y sus habitantes vueltos prisioneros (como lo explicita Isaías 36:2). Realizaremos una parada en la actual ciudad de Damasco, donde podremos apreciar detalles de la expansión de los asirios hasta Siria o como se conocía en la antigüedad: el bosque de los cedros. Posteriormente, nuestra primera fase concluirá con la llegada a la antigua ciudad de Biblos, importante asentamiento urbano fenicio desde donde se gestaron alianzas para refrenar el avance asirio hasta el Próximo Oriente.
Ascenderemos hasta la antigua ciudad de Carchemish, importante sede histórica donde sucedió la batalla entre babilonios y la alianza asirio-egipcio, cuya posterior derrota para Asiria marcaría la decadencia de su imperio. Desde Carchemish partiremos hasta la antigua sede de Til Barsip, importante ciudad de origen arameo, cuyo interés por parte de los asirios es suscitado por su localización como importante punto estratégico. Desde allí nos dirigiremos a las antiguas ruinas de la ciudad aramea de Gozan, actualmente el yacimiento arqueológico Tell Halaf.
En la tercera parte de la travesía nos dirigiremos hasta la ciudad antigua de Nínive, importante en la comprensión del mundo asirio, ya que fue esta la sede del palacio del rey Asurbanipal y sobre todo de su biblioteca, la cual contenía aproximadamente diez mil tablillas escritas en cuneiforme y que daban cuenta de los rasgos distintivos de la historia y la cultura mesopotámica. Desde Nínive partiremos hasta Calah, una de las tres capitales del imperio asirio y conocida también como Nimrud, fundada por Salmanasar I en el siglo XIII a.C. Partiremos luego hasta Assur, la primera capital del imperio asirio y a la cual da su nombre, ubicada en el actual al-Charquat y declarado patrimonio de la humanidad en el año 2003. Esta fase concluirá con la partida a la antigua ciudad de Opis, importante centro administrativo babilonio, celebre por su posición estratégica tanto para el expansionismo del imperio Aqueménida como de la campaña de conquista de Alejandro Magno.
Partiremos hacia el oriente a la antigua ciudad meda de Ecbatana, supuesta capital del imperio medo. Desde allí nos dirigiremos al sur hasta la antigua ciudad de Susa, capital del imperio elamita, antigua civilización que rivalizó contra el imperio asirio en su campaña de expansión y control territorial del espacio geográfico comprendido entre los ríos Tigris y Éufrates. De Susa retornaremos hacia el occidente hasta la antigua ciudad de Nippur, importante sede de revueltas civiles contra los gobiernos provisionales asirios. Luego partiremos hasta la antigua ciudad de Ur, importante por ser la sede de la civilización caldea y uno de los principales flancos opositores al expansionismo asirio. Por último, atravesaremos el Shat-al-Arab desde donde nos dirigiremos hasta el Golfo Pérsico, dando así por terminada nuestra travesía.
Imagen de la ruta:
       
La ruta en imágenes:
Detalle de las ruinas de Bubastis. Fuente: i-cias.com
Detalle de un yacimiento arqueológico ubicado en la ciudad de Jerusalén. Fuente: news.bbc.co.uk
La puerta de Damasco. Fuente: asesordeviaje.com
Yacimiento arqueológico de la antigua ciudad de Biblos. Fuente: waydn.com
Detalle de las ruinas de la antigua ciudad de Carchemish. Fuente: foxnews.com
Fotografía antigua de excavaciones arqueológicas realizadas en Til Barsip. Fuente: ezida.com
Ruinas excavadas de Tell Halaf. Fuente: Wikipedia.com
Detalle de las ruinas y las murallas de la antigua ciudad de Nínive. Fuente: reservasdecoches.com
Ruinas de la antigua ciudad de Nimrud (también conocida como Calah). Fuente: cemml.colostate.edu
Ruinas de la antigua ciudad de Assur, capital del imperio asirio. Fuente: assiria.templodeapolo.net
Valle del rio Diyala, en cuya confluencia con el río Tigris se sospecha estaba ubicada la antigua ciudad perdida de Opis.
Descripción de las excavaciones arqueológicas en Ecbatana. Fuente: commons.wikimedia.org
Imagen de los restos arqueológicos de una edificación elamita en la antigua ciudad de Susa (Irán). Fuente: zimbio.com
Ruinas de la antigua ciudad sumeria de Nippur, sede del esplendor del denominado Periodo de El Obeid y uno de los principales rivales del imperio asirio. Fuente: babylon-lyon.com
Vista área del espléndido Zigurat de Ur, una de las piezas arquitectónicas antiguas mejor preservadas hasta el día de hoy. Fuente: starenlaorbita.wordpress.com

Historia del Imperio Asirio:

Hablar del imperio asirio implica hacer referencia a uno de los momentos cruciales en el desarrollo histórico de las sociedades del entorno geográfico mesopotámico. En primer lugar, su esplendor se debía a la manera como lograron concatenar las formas de organización política antecesoras con la existencia de una fuerza militar coercitiva. En segundo lugar, preguntarse por las necesidades y los intereses que suscitaron las constantes jornadas expansionistas a lo largo de la existencia del imperio asirio. En tercer lugar, hasta qué punto la imagen que tenemos de los asirios no ha sido distorsionada por los registros historiográficos, encontrando incluso un contraste entre la imagen de guerreros desalmados y sanguinarios, y la figura letrada del soberano Asurbanipal, cuyo afán recolector y su interés por la cultura permitió la creación y preservación de uno de los mayores archivos de la antigüedad.
La imagen que podemos desarrollar de los asirios es conflictiva, especialmente por las ausencias constantes que imposibilitan una adecuada elaboración de su pasado. No obstante, se hace necesario aseverar que a la luz de las fuentes halladas, la imagen de los asirios sigue siendo la de una sociedad organizada bajo estrictos esquemas de jerarquía militar. Dicha afirmación nos permite concluir también que su expansión estaba garantizada en la presencia de una fuerte estructura militar que empleaba mecanismos de intimidación para asegurar la sumisión. Como lo precisa García Pelayo: “Asiria, fue, ante todo, un típico Imperio militar que, aunque establece una racionalizada burocracia totalmente dependiente del rey y desarrolla una importante legislación, no está sostenido por una integración institucional, sino por la fuerza de las armas, que aplica implacablemente ante las numerosas rebeliones”. (García Pelayo, 1993, p. 99). De esta manera, podemos apreciar en los asirios la confluencia de dos elementos, uno acadio y otro babilonio. Acadio en el sentido de que toda autoridad política y simbólica residía, en última instancia, en la figura del rey; por lo tanto toda intermediación estaba supeditada a la voluntad del soberano con el fin de garantizar la cohesión mediante la centralización del poder. El elemento babilonio se expresaba en la apropiación de mecanismos burocráticos y legislativos con el fin de hacer más eficiente la administración de territorios más vastos y poblaciones cada vez más numerosas.
Como cualquier imperio cuyo poder se centralizaba en la figura del regente, la sucesión de la autoridad monárquica era cedida por medio de una sucesión dinástica de padres a hijos. No obstante, la preservación de un imperio cada vez más vasto por línea dinástica parece un mecanismo difícil para asegurar el poder, de ahí como dice Hogarth que sea necesaria la instauración de otras figuras complementarias de poder. “Un imperio que es tan absolutamente autocrático que el monarca es su fuente principal de gobierno se debilita a medida que pasa de padres a hijos. Su única oportunidad de conservar alguna de su prístina fuerza es desarrollar una burocracia que, si se inspira en las ideas y métodos de los miembros fundadores de la dinastía, puede seguir realizándolos en un sistema cristalizado de administración” (Hogarth, 1951, p. 45).
Es a partir de esta nueva dinámica del poder político que se configura una nueva forma de organización social que sustituye a la asamblea general (García Pelayo, 1993, p. 100):



 Esta forma de organización política y social derivada de la naturaleza militarista del imperio fue común, pero matizada, a lo largo del desarrollo del imperio asirio. Luego del esplendor de Babilonia a manos de Hammurabi, las nuevas incursiones de otras tribus vecinas supusieron un clima de inestabilidad general. Podemos entonces establecer cuatro puntos clave en la comprensión de la historia asiria:
1.      La expansión de Asiria a manos de Asurnasirpal y Salmanasar III.  
2.     El eclipse y recuperación del imperio en manos de Tiglat-Pileser III y Sargón II.
3.      El nacimiento de la dinastía de los sargónidas, con figuras claves como Senaquerib, Asarhadon y el célebre Asurbanipal.
4.      El esplendor de Asiria durante el reinado de Asurbanipal hasta la caída de Nínive.
Se entiende entonces como el carácter belico de la civilización ha sido una constante en la historia asiria, dadas las frecuentes y periódicas disputas territorial que implicaba el avanza del Imperio. Durante el gobierno de Sargón II, Asiria “tuvo que enfrentarse a múltiples y graves dificultades: agitación interna, revueltas en Babilonia, coalición con Siria, hostilidad declarada en Elam, de Egipto y de Urartu” (Cassin et al, 1993, p. 48). Así, el clima de inestabilidad externa supuso el recrudecimiento de las medidas asirias, no obstante fue la naturaleza misma de su modelo de gobierno lo que la debilitó internamente y la hizo propensa a las incursiones militares del exterior.
Como menciona Oppenheim respecto a lo anterior: “El Imperio Asirio, cuando funciona adecuadamente, estaba basado primeramente en la integración de pequeñas unidades administrativas, pueblos, señoríos, nuevas ciudades se asentaron con colonos, y guarniciones de ciudades conquistadas. La fuerza militar fue empleada para mantener el ingreso a dichos centros de suficiente mano de obra, servicios, productos básicos, como también para proteger la comunicación entre dichas unidades y el centro administrativo mayor. Cualquier debilitamiento de estas funciones debido a la tensión política interna (entre, por ejemplo, el rey y sus altos funcionarios) ponía en peligro las líneas de suministro e interrumpieron la coherencia superpuesta. Eventualmente, el imperio colapsó y cayó en fragmentos que se regían por los intereses locales” (Oppenheim, 1977, p. 167). 
Lo que menciona Oppenheim es bastante importante en nuestro análisis ya que explica el creciente afán expansionista de Asiria y sus disputas con Elam, Egipto y Babilonia por importantes puntos estratégicos, tanto comerciales como militares. Es conocido en la historia de Asiria el uso de la práctica de la deportación en masa y el destierro, con fines intimidatorios y sustituyendo a la población autóctona con habitantes asirios. Si bien esta práctica buscaba mantener concentrado el poder en la figura del rey, la constante fragmentación de la misma población fue deteriorando el sentido de pertenencia y acrecentado las ansías separatistas, lo cual puede apreciarse en la existencia de guerras civiles. Como lo menciona García Pelayo, “A pesar del [régimen del terror] fue [Asiria] un Imperio de estructura débil, mecánica, superficial, sacudido por rebeliones de los pueblos sometidos y por guerras civiles con ocasión de la sucesión del trono” (García Pelayo, 1993, p. 100). La dependencia exclusiva de los asirios a su fuerza militar y su capacidad bélica fue su ventaja y a su vez su maldición.
Con Asurbanipal, el imperio asirio busca dar cuenta de sus propios errores y subsanarlos. Este rey doblegó estratégicamente a los egipcios, babilonios, fenicios, elamitas, arameos, caldeos, filisteos y judíos; como diría Roux “Nínive desbordaba de botín tomado de Menfis, Tebas y Susa y el gran nombre de Ashur era temido y respetado desde las riberas del Egeo a las ardientes arenas de Arabia. Asiria parecía ser todopoderosa” (Roux, 1998, p. 359). No obstante, como heredero de la cultura sumeria, Asurbanipal se entendía así mismo como servidor de Dios, sumo sacerdote y protector de los hombres. En ese sentido, se comprendía a sí mismo como un vasallo de Dios cuya función en la tierra consistía en restaurar el orden que había desplazado el caos de los pueblos herejes. En ese sentido, el dominio sobre todo el espacio vital mesopotámico no solo debía ser militar sino también cultural, el hecho de que Asurbanipal mandase a buscar todas las tablillas cuneiformes de interés cultural se debía a la necesidad de postular a Nínive como centro del mundo y a Ashur como máxima divinidad regente. Adicional a dicha estrategia fue el desarrollo no solo de mejores tecnologías militares, sino también de artes y ciencias como la medicina, las matemáticas y la astronomía. Luego de la muerte de Asurbanipal, las tropas babilonias (en alianza con los caldeos) al mando de Napolasar acabarían con la inacabada fortificación de Nínive, con la metropóli religiosa de Calah, como también con el cuartel general de los ejércitos en Assur. Así, con la destrucción de las tres capitales de Asiria en el año 612 a.C. termina uno de los imperios más importantes en la historia de la Antigüedad, imponente y temido no pudo resistir los embates del tiempo. Diría Napolasar de su caída: “El asirio que, desde los lejanos días, había gobernado todos los pueblos y cuyo pesado yugo había infringido heridas a toda la población del país, lo puse a los pies de Acad y me sacudí su yugo” (Roux, 1998, pp. 396-7).
 
Referencias:
 
Cassin, Elena; Bottero, Jean & Vercoutter Jean. (1993). Los imperios del Antiguo Oriente. III. La primera mitad del primer milenio. México: Siglo veintiuno editores. 
 
García Pelayo, Manuel. (1993). Las formas políticas en el Antiguo Oriente. Caracas: Monte Avila Editores.
 
Hogarth, D. G. (1951). El Antiguo Oriente. México: Fondo de cultura económica.
 
Oppenheim, A. Leo. (1977). Ancient Mesopotamia. Portrait of a dead civilization. Chicago: The University of Chicago Press.
 
Roux, Georges. (1998). Mesopotamia. Historia política, económica y cultural. Madrid: Ediciones Akal. S. A. 

  


lunes, 8 de septiembre de 2014

Sumer y Akad: Rutas Comerciales y Poder Real.

Descripción de la ruta:

La ruta pretende recrear la compleja dinámica de rutas comerciales antiguas que se establecieron en el espacio geográfico de la antigua Mesopotamia. Dada su ubicación, la travesía no procederá en orden cronológico sino en la cercanía de las ciudades, pero tomando en cuenta la pertenencia de las ciudades antiguas a las civilizaciones sumeria y acadia, incluso a la civilización eblaita.
En primer lugar llegamos a la ciudad de Beirut, capital del Líbano desde donde partiremos a los restos de la antigua ciudad de Karkemish, importante centro comercial y por ello razón recurrente de conflictos entre los antiguos imperios. Desde allí partiremos a la antigua ciudad de Mari, ubicada en la actual Tell Hariri, y considerada una importante ciudad sumeria y amorrea.
Posteriormente, ascenderemos por el territorio para visitar tres importantes ciudades del antiguo imperio asirio: Nínive, Nimrud y Ashur en respectivo orden. Ciudades estas herederas de la impronta cultural y los avances tecnológicos sumerios, a la vez que incluían en su proceder elementos semíticos importantes.
Luego descenderemos por el río Éufrates hasta llegar a las antiguas ciudades acadias de Sippar, Akkad y Kish; importantes por ser la sede de los gobiernos centralizados y expansionistas de Sargón I, de sus hijos Rimush y Manishtusu, y posteriormente de Naram-Sin.
Posteriormente viajaremos hasta la ciudad de Nippur, importan centro urbano clave para entender las dinámicas expansionistas durante la expansión comercial en Mesopotamia y sede del dios Enlil, importante figura legitimadora de la hegemonía política.
Proseguiremos el recorrido con la visita a importantes centros urbanos sumerios que permitirán comprender el alcance de la dinámica expansionista en Mesopotamia; Umma, Lagash, Uruk y Ur.
Viajaremos hasta los restos de la ciudad de Eridu, una de las ciudades sumerias más antiguas y cuya importancia comercial puede apreciarse por su cercanía al Golfo Pérsico, Concluiremos la travesía llegando hasta el país de Irán para visitar los restos de la antigua ciudad de Susa, capital del imperio elamita, este último un importante rival geopolítico de las civilizaciones sumeria y acadia. 

Mapa de la ruta:
  
La ruta en imágenes:


Imagen de E. Lawrence y L. Woolley en el yacimiento arqueológico de Karkhemish, ubicada entre las actuales Siria y Turquía, en la orilla occidental del río Éufrates.


"Mari, en Siria, fue una de las grandes ciudades de Mesopotamia. Fue un centro de comercio en el río Eufrates y fue fundada hace unos 7.000 años. Los arqueólogos han descubierto el palacio gigante de un gobernante sumerio, un templo de Ishtar, y una enorme biblioteca con más de 25.000 tablillas de arcilla escritas en cuneiforme acadio" Texto e imagen tomado de:
http://gadling.com/2011/09/15/ancient-city-of-mari-in-syria-under-threat/


Relieve del rey cazando al león en los muros del palacio de Nínive. Museo Británico. Imagen tomada de: www.boundless.com


Un Lamassu o toro alado proveniente de la ciudad de Nimrud. Museo Británico.


Restos de la antigua ciudad de Nimrud, también conocida como Kalhu.

"Ashur (Qal'at Sherqat), Iraq - La antigua ciudad de Asur está situada en el río Tigris en el norte de Mesopotamia, en una zona geo-ecológica específica, en el límite entre la agricultura de secano y de regadío. La ciudad data del 3er milenio antes de Cristo. Desde el 14 hasta el 9 de siglos antes de Cristo fue la primera capital del Imperio Asirio y un ciudad-estado y el comercio de importancia internacional. También sirvió como la capital religiosa de los asirios, asociado con el dios Ashur. La ciudad fue destruida por los babilonios, pero revivió durante el período de los partos en los siglos segundo y primero después de Cristo". Imagen y texto tomados de: arabiantravelnews.com


Sippar se encuentra a 35 km al sudoeste de Bagdad cerca de la moderna ciudad de Yussufiyeh. Tomada de: www.dainst.org/


Pese a su constante nombramiento en tablillas cuneiformes, esculturas y relieves, los historiadores y arqueólogos aún no logran dar cuenta de la ubicación exacta de la antigua ciudad de Akkad (Agadé en español), capital del imperio Acadio, pero realizan aproximaciones y conjeturas de su ubicación geográfica a partir de la información suministrada por las fuentes, como la estatua de Bassetki mostrada en la figura. Se piensa que la ciudad pudo estar ubicada en la situación la confluencia de los ríos Diyala y Tigris, en las afueras de Bagdad.

Excavaciones de las ruinas de Kish. Imagen tomada de: bajolabovedaceleste.blogspot.com

La excavación del templo Nippur fotografiado por John Henry Haynes en 1893. Imagen tomada de: archive.archaeology.org


Las excavaciones en Nippur, Iraq, vista desde el suroeste con el Zigurat en el fondo, 1961. Tomada de: https://www.tumblr.com/search/nippur


Fotografía satelital en la cual se comparan las ruinas de la antigua ciudad de Umma entre el 2003 y el 2010, dando cuenta de la enorme devastación producida por el grado de inestabilidad política iraquí. Tomada de: www.aliraqi.org


"Ciudad antigua en Sumer, el sur de Mesopotamia, en lo que hoy es el sudeste de Irak. Su ubicación corresponde al actual Tell al-Hiba, cerca del río Tigris, a 60 km al noroeste de Basora". Texto e imagen tomada de: http://i-cias.com/e.o/lagash.htm


Imagen del templo de Eanna en las ruinas de la antigua ciudad de Uruk. "La arquitectura de Uruk se produce generalmente a partir de ladrillos de barro. Está raramente bien conservado y con frecuencia sólo reconocible en los cimientos de un edificio. Este edificio sigue siendo más alta que en muchas capas. La preparación detallada de los restos arquitectónicos y el análisis de los niveles individuales de construcción, por lo tanto se convirtieron en un enfoque metodológico de las excavaciones de Uruk". Texto e imagen tomados de: www.dainst.org


Las ruinas, con el Zigurat de Ur visible en el fondo.


"La antigua ciudad de Shush (Susa), capital de Elam, era una ciudad importante y floreciente antes del advenimiento del Islam. Excavaciones científicas comenzaron en el año de 1891 por misiones arqueológicas francesas, y han sacado a la luz numerosos restos y reliquias de una civilización prehistórica. Los objetos y utensilios hallados en el estrato más bajo son de cobre, lo que ha permitido atribuir esta capa a la Edad del Cobre, mientras que la existencia de la loza de barro de color amarillo, decorado con motivos de animales y diseños geométricos han evidenciado la existencia de una industria de fabricación de cerámica en Irán, entre los 3000-2500 años antes de Cristo. 
En el segundo estrato de esta ciudad elamita, un gran número de objetos de piedra, cobre y otros metales, y algunos cilindros de hueso se han descubierto, mientras que los estratos más altos han puesto de manifiesto cilindros, alfileres de cobre, de barro colorido.
En todas estas secciones, amplias reliquias incluyendo cerámica, armas, objetos ornamentales, trabajos en metal, artículos de bronce, así como tabletas que llevan las huellas de la escritura pictográfica se han descubierto. Del mismo modo, numerosas tablillas de arcilla y piedra se han descubierto en Susa, que datan de 1700 a.C. Los textos de estas tablillas son generalmente de tipo documental, legal o contractual". Texto adaptado e imagen tomados de: www.persevoyages.com/iran.susa.htm


"Diorita, época de Akkad, hacia el 2370 a.C. Cubierto por 1519 casillas de escritura de grafismo puro; el texto consigna compras de tierras realizadas por el rey en la región de Kish y que donó a sus oficiales para asegurar su fidelidad. Esta política de estimulo a la propiedad modificó profundamente la organización de Mesopotamia". Texto e imagen tomados de: www.historiaantigua.es


"Relieve del rey Sargón II (721-705 a.C.) y visir. Encontrado en Khorsabad. Los relieves del rey Sargón II (721-705 aC) en Khorsabad representaron temas de procesión, tributo, criaturas mitológicas, y expediciones. El relieve de arriba muestra Sargón (a la derecha) llevando la corona de cono real, y descansando su brazo izquierdo sobre su vaina". Imagen y textos tomados de: www.ancientreplicas.com

Historia:

Entender la dinámica comercial que emanó de la expansión territorial de las civilizaciones sumeria y acadia, solo es posible en la medida que se tiene en cuenta la evolución urbanística y productiva que significó la transición de la aldea a la ciudad. Solo en la medida que los pobladores ampliaban las hectáreas de trabajo de sus respectivas ciudades, se logró la producción de excedentes que posteriormente pudieron ser almacenados en los templos y luego comercializados. Pero a su vez, la consolidación de los centros urbanos más importantes de Mesopotamia se debe a la confluencia de la prosperidad económica facilitada por las tecnologías de producción agrícola y la conformación de rutas comerciales. En el caso de Lagash y Nippur, ciudades sumerias que no solo aunaron la prosperidad económica a la estabilidad político, sino también al patronazgo religioso. Como lo precisa Jacobsen: “El papel de centros religiosos donde afluían ofrendas votivas desde una zona muy extensa, así como los beneficios obtenidos de las funciones de mercado, pueden explicar la aparición y florecimiento de esos centros” (Cotterell, 1984, p. 146).
A partir de lo anterior, podemos apreciar que el templo y el palacio (muchas veces identificados como el mismo edificio de proporciones monumentales) no solo se erigen como centros de poder religioso o político (identificados también como uno solo: el poder real dado que no se puede hablar de sociedades secularizadas propiamente dichas) sino también como importantes lugares de almacenamiento de bienes y excedentes agrícolas, lo que les brinda a su vez un importante atractivo comercial. Así vemos en los periodos sumerio y acadio una asociación intrínseca entre el templo y el mercado, relación que mucho tiempo después sería erradica por la tradición judeocristiana, con la expulsión de los mercaderes del templo efectuada por Jesucristo.
No obstante, esa correlación de un mismo lugar de ofrenda religiosa e intercambio comercial solo puede entenderse en un escenario sociocultural donde el mismo sacerdote desempeña una función de ordenamiento social y político. A diferencia del “Lugal”, cuya presencia es requerida en tiempos de guerra o amenazas externas, el “En” como líder carismático se ocupa de la administración y la producción. La distinción de ambos cargos supone la oscilación que la vida cotidiana de la antigua Mesopotamia entre los tiempos de guerra y los tiempos de estabilidad. La proliferación de conflictos entre los diversos centros urbanos por un lado, y las constantes oleadas bárbaras procedentes de los montes Zagros y el desierto Arábigo por otro, supuso el establecimiento de un clima de inestabilidad que amenazaba por poner en riesgo las actividades comerciales mesopotámicas. Siguiendo la lectura de Jacobsen:
“Las razones de esas guerras internas son complejas y variadas: enfrentamientos por conseguir una zona fértil situada entre dos ciudades-estado vecinas, deseos de obtener botín y dominio por parte de algún guerrero ambicioso o un creciente deseo de paz y seguridad interna, objetivos lejanos que solo mediante una hegemonía enérgicamente ejercida podían alcanzarse” (Cotterell, 1984, p. 152).
El clima de inestabilidad política prevaleciente requirió de la acción conjunta de medidas diplomáticas y coercitivas para asegurar el dominio del territorio y la preservación de las rutas comerciales. Por ejemplo, la constante nominación y autoproclamación de los monarcas como “rey(es) de las Cuatro Zonas” alude a la importancia de mantener el control supremo del espacio vital ocupado. Dicha afán podemos apreciarlo en las decisiones de Shulgi, rey de Ur y sucesor de Ur-Nammu, quien “acabó haciendo suya la antigua política ambiciosa de vigilar todas las rutas comerciales y, una vez más, asumió el título de ‘Rey de las Cuatro Zonas’. Al mismo tiempo (…) hizo que le divinizaran en vida”. (Ibídem, p. 167). No obstante, las posteriores incursiones amorreas y elamitas terminaron por debilitar a las antiguas ciudades sumerias más relevantes (Nippur, Ur, Uruk), abriendo paso a la posterior caída del Imperio Sumerio.
Si bien el comercio, al igual que el pastoreo, la agricultura y la pesca, se erigió como una actividad económica fundamental para los sumerios; estás actividades fueron retomadas por las sucesivas generaciones que poblarían Mesopotamia y alzarían sus propios imperios. Lo que tienen en común ciudades como Kish, Agadé, Babilonia o Ctesifonte es que son capitales, y a su vez, importantes centros comerciales, pues se encontraban ubicadas entre las grandes rutas comerciales que unían el Este con el Oeste (ver mapa).

La ascensión de Sargón I en Kish, respaldado por el relato de su origen divino, supuso un cambio en la orientación geopolítica que tomaría el territorio enmarcado entre las riberas del Tigris y el Éufrates. Con Sargón I inicia la centralización del poder en Mesopotamia. Su puesta en práctica de medidas de pacificación por la fuerza, la conformación de un vastísimo ejército y la sustitución de los “Ensi” (reyes locales) por administradores de confianza, deja entrever la búsqueda de ostentar el poder real y evitar cualquier germen de inconformidad que pueda desencadenar una revuelta social. Con la erección de Acad (Agadé) como capital del imperio acadio, se dejaba entrever “la importancia del comercio para la ciudad y la necesidad de mantener las rutas comerciales”. En ese sentido, las medidas implementadas consistían en “vigilar los caminos, evitar que los jefes cobraran aduanas e impedir que los salteadores y las tribus salvajes de la montaña robaran las caravanas que avanzaban pesadamente cargadas” (Ibídem, p. 172). Para garantizar dicho control, Sargón se valía de la amenazadora fuerza de sus ejércitos. 
Los reyes acadios posteriores (Rimush, Manishtusu, Naram-Sin, Shar-Kali-Sharri) prosiguieron con las medidas establecidas por Sargón: Impusieron una autoridad central con el fin de evitar las guerras entre las ciudades-estado y encargada de ejercer un arbitraje de conflictos interinos. No obstante, el uso desmedido de la fuerza para garantizar la cohesión termino por intensificar las tendencias separatistas. De ahí que fuera necesaria, como posteriormente se apreciará, la creación de un código legal de amplia divulgación para garantizar el control y la unidad de los territorios conquistados. Necesidad que Hammurabi considerará en la elaboración de su famoso código, uno de los pilares que garantizaron el florecimiento de Babilonia.      

Referencias:

Jacobsen, Thorkild. Sumer. En: Cotterell, Arthur (Ed.). (1984). Historia de las civilizaciones antiguas. 1. Egipto, Oriente Próximo. Barcelona: Editorial Crítica, pp. 143-170.

Jacobsen, Thorkild. Acad. En: Cotterell, Arthur (Ed.). (1984). Historia de las civilizaciones antiguas. 1. Egipto, Oriente Próximo. Barcelona: Editorial Crítica, pp. 171-184.   

lunes, 1 de septiembre de 2014

Hammurabi y Nabucodonosor: Poder Real, Control Social y Expansión.



Descripción de la ruta:



En relación a la expedición, está tiene por objetivo introducir a los viajeros al descubrimiento de una de las ciudades antiguas más importantes de Babilonia. Para elaborarla tomaremos en consideración dos periodos que marcaron su relevancia en términos históricos: en primer lugar el ascenso de Hammurabi, en segundo lugar la expansión militarista de Nabucodonosor.
La travesía empezará en Jerusalen, actual capital del estado de Israel. Seguiremos ascendiendo por la ribera del río Jordán hasta llegar a la ciudad de Damasco, la capital de Siria. Desde allí partiremos a nuestro primer estadio de la antigüedad: la ciudad antigua de Nínive, célebre por ser la gran capital del imperio asirio y sede del palacio real del rey Asurbanipal, poseedor de una de las bibliotecas de la antigüedad más vastas por su amplio número de tablillas cuneiformes (diez mil tablillas aproximadamente). Descenderemos por el río Tígris hasta la ciudad de Asur (también escrito Assur o Ashur), ubicada en la actual al-Charquāṭ y considerada patrimonio de la humanidad por la UNESCO, por ser una de las ciudades remanentes más importantes del imperio asirio. Seguiremos la travesía por el Tígris hasta llegar a Aqar-Quf (antigua Dur-Kurigalzu), antigua ciudad de origen casita, ubicada cerca de la confluencia de los ríos Tigris y Diyala, a unos 30 kilómetros al oeste del centro de Bagdad. Partiremos hasta las ruinas de la ciudad irania de Ctesifonte, ubicada a unos 35 kilómetros al sur de Bagdad, si bien fue un importante centro del Imperio Persa, su visita nos permitirá apreciar la integración de los legados babilónicos y la importancia de la ciudad como centro de intercambio cultural y comercial. 
En la segunda etapa de la travesía, atravesaremos el territorio circunscrito entre las márgenes del Tígris y del Éufrates hasta llegar a las ruinas de la antigua ciudad de Babilonia, ubicada en la provincia iraquí de Babil a unos 110 kilómetros al sur de Bagdad. Apreciaremos sus yacimientos arqueológicos, los restos residenciales, urbanísticos y las murallas erigidas durante el reinado de Hammurabi. Pero, principalmente apreciaremos los restos del imponente zigurat de Etemenanki, reconstruido por Sadam Hussein desde 1978 y considerado por algunos historiadores como la versión real de la bíblica Torre de Babel. Babilonia será el centro de nuestra expedición histórica.
En la tercera etapa de la travesía, descenderemos empleando el curso del Éufrates hasta los restos de la antigua ciudad sumeria de Nippur, empleada por el imperio babilonio como residencia para personas deportados y esclavizadas como resultado de las campañas de conquista. Partiremos hacia los restos de la ciudad de Uruk, importante ciudad sumeria y considerada la residencia de deidades como Enki e Inanna. Si bien estos parajes pueden guardar mucha relación con nuestro anterior viaje El legado sumerio, el énfasis difiere en que en esta ocasión exploraremos la influencia de la cultura babilónica y su apropiación de la herencia cultural sumeria. Partiremos a Eridu, cuya relevancia es central para la tradición babilónica, ya que desde esta ciudad la deidad principal -Marduk- creo el mundo. Luego partiremos a Lagash, cuyo gobernante Gudea fue el principal exponente del llamado Renacimiento Sumerio, transcurrido el periodo de Sargón, pasaría a ser dominio de Babilonia. Por último, retornaremos encauzaremos nuestro viaje al rio Éufrates desde donde proseguiremos al Shatt al-Arab, desde donde desembocaremos al Golfo Pérsico. Nuestra travesía concluirá con la llegada a Pakistán, donde visitaremos las ruinas de la antigua ciudad de Mohenjo-Daro, uno de los más importantes centros urbanos de la antigüedad y posible lugar de procedencia de los primeros sumerios.

Gráfica de la ruta:



  La ruta en imágenes:


Reconstrucción de la puerta de Mashki, en el actual Mosul y perteneciente a la antigua ciudad asiria de Nínive. Tomada de: popular-archaeology.com


Imagen de los restos arqueológicos de la biblioteca de Asurbanipal. Junto a esta, una imagen de los restos del zigurat de Ashur y un busto del susodicho rey. Tomada de: sslukowitzfiore.weebly.com


Arco de Asur siendo custodiado soldados norteamericanos. Tomado de: en.wikipedia.org

Imagen del zigurat de Dur-Kurigalzu. Tomada de: en.wikipedia.org


Arco de Ctesifonte. " Las autoridades iraquíes han contratado a la empresa Everis para llevar a cabo la restauración del antiguo Arco de Ctesifonte, como parte de un plan para recuperar el turismo en un sitio que antes era muy popular. Taq Kisra, que es su nombre árabe, es la última estructura que aún permanece en pie de la antigua capital de la Persia imperial y el mayor arco de ladrillo del mundo, con 37 metros de altura y 48 metros de largo". Texto e imagen tomados de: www.futuropasado.com














Arriba: imagen panorámica de las ruinas de Babilonia
Abajo: imagen del zigurat de Etemenanki reconstruido.

Ruinas de Nippur.
Tomado de: oldcivilizations.wordpress.com

Base de un zigurat de piedra, Uruk. Tomada de: www.uned.es



Ruinas de Eridu. Tomada de: tectonicablog.com

Yacimiento arqueológico de Lagash. Tomada de: www.britishmuseum.org 


Historia:
Babilonia se erige como una de las ciudades más importantes de la antigüedad. En ella confluyen las condiciones de haber sido un importante centro de desarrollo material y cultural, y a su vez el haber sido uno de los núcleos más importantes de la historia de Mesopotamia. No es casual que el origen etimológico de Babilonia atestigüe dicha supremacía. Como diría Champdor: “El nombre sumerio de Babilonia era Ka-Dingir-Ra, lo cual en acadio se transformó en bab-ili o Bab-ilani, o sea la puerta de Dios, o la puerta de los dioses” (Champdor, 1963, p. 105). Esta denominación da cuenta de un proceso social bastante importante, la forma en la cual una ciudad se torna centro del mundo a partir de la instauración de una nueva dinámica de poder y control. Tomando en consideración lo esbozado por Mircea Eliade en El mito del eterno retorno, la ciudad se convierte en el axis mundi a partir de sus nuevas prácticas y rituales fundacionales. El mismo proceso puede apreciarse en la figura de Sargón I de Acad y la fundación de Asur. Esta última ciudad nace como centro de poder político y su atribución onomástica da cuenta de su origen divino, el nombre Asur deviene del nombre Ashar y se desempeñaba como regente de todos los dioses y los hombres. Así pues la capital religiosa es a su vez capital política: en el mundo antiguo el poder simbólico no está separado del poder político (práctico), sino que ambos se complementan.
En el caso de Babilonia, el esplendor alcanzado durante el reinado de Hammurabi supuso un cambio del axis mundi y de la manera de apreciar las relaciones de poder en la antigua Mesopotamia. Al decir de Eisele:
El príncipe de la tribu amurita Samu-abun, que allí [Babilonia] se instaló hacia 1830 a. C., fue el fundador de una dinastía que daría a Babilonia, bajo su sexto soberano, Hammurabi (1728-1686 a. C.) su primera época de oro, convirtiendo la ciudad en el centro más potente y más importante de todo el Cercano Oriente. Durante sus más de cuarenta años de reinado, el rey Hammurabi se mostró hábil no sólo en la política exterior, sino también en la interior, dotando su tierra con grandes instalaciones de riego y construcciones monumentales, elaborando un sistema administrativo fuerte y un orden legislativo unitario, formulado en lengua acádica, que sería la base de una gloria destinada a desafiar los tiempos. Para reforzar la unidad del reino, él elevó el dios de la ciudad, hasta entonces relativamente insignificante, Marduk, a divinidad principal de la nación e hizo su culto obligatorio para todos sus súbditos” (Eisele, 1989, p. 18).
Son variados y complejos los elementos que expone Eisele para dar cuenta del ascenso que Hammurabi garantizó a su ciudad. En primer lugar, la noción de tribus supone una forma nómada de existencia, como los Guti u “Hombres dragón” provenientes de los montes Zagros y célebres por ser saqueadores; en contraposición a una forma organizada de vida, característicamente sedentaria, urbana y jerarquizada. En segundo lugar, la época de oro supuso el mantenimiento del orden en dos sentidos: externo e interno. La asociación de lo exterior como lo subversivo para el orden establecido suponía la formación de relaciones diplomáticas pero a su vez el fortalecimiento de un amplio ejército y el amurallamiento de la ciudad para resistir cualquier embate enemigo. En el caso de lo interino, la promulgación de leyes supuso la normativización de la vida cotidiana y el establecimiento de jerarquía, cuya justificación era ante todo de orden metafísico. Siguiendo la lectura que Sanmartín hace de este proceso regulador se tiene que: “el sector público se basaba ideológicamente en la propiedad incondicional de las tierras por parte del dios o del rey. Su primera finalidad era la de asegurar el mantenimiento del aparato cultural y cortesano, de la burocracia administrativa y del personal de servicio en el templo o el palacio. El trabajo de las tierras estaba a cargo de hombres y mujeres que carecían de parcelas de cultivo propias y estaban sujetos a la organización estatal por una mezcla de motivos ideológicos y coacción física” (Sanmartín, 1999, p. 24.). En dicha forma de organización social apreciamos la confluencia de formas simbólicas de control y las relaciones de poder aseguradas por medios coercitivos.
En tercer lugar, una forma de administración cimentada en una legislación fuerte es seguramente lo que más se conoce del reinado de Hammurabi, el código que lleva su nombre. “Para la fijación de la vida cotidiana de la Comunidad y la observación de sus principios y normas los reyes mesopotámicos dotaron, en su momento, a sus ciudades y Estados de un conjunto de fórmulas breves en las que, junto a elementos de contenido coercitivo, aparecían otros impersonales e instrumentales, pudiéndose así, finalmente, regular –partiendo de una tradición oral y consuetudinaria- una colección de hipótesis o de provisiones de rectitud, que forman lo que convencionalmente podemos llamar Códigos” (Lara Peinado & Lara González, 2009, p. 16). Así, previos al Código de Hammurabi se figuraron intentos previos para organizar a la comunidad y regular sus conductas mediante normas y leyes establecidas. Tómese por ejemplo el caso de las reformas de Enmetena y de Gudea. Adicional a eso, las leyes solo son posibles de divulgar mediante la tradición escrita, tarea que se vio facilitada por la herencia sumeria de la escritura cuneiforme.
En cuarto lugar, la idea de un avance técnico que permitiera mejorar las condiciones de vida se debió al legado tecnológico sumerio, que brindó la posibilidad de adaptarse a las hostilidades naturales de un entorno como el mesopotámico. El uso de canales de riego, del adobe (ladrillo cocido) y la construcción de zigurats y murallas, supone la apropiación de un legado cultural. A diferencia de lo que normalmente se cree, la expansión de ciertas comunidades sobre otras mediante el uso de la fuerza no implica el arrasamiento de todo lo que le es autóctono o característico. Por el contrario, los asirios emplearon el legado sumerio y la civilización babilónica fue heredera de ambos legados culturales. La confluencia de aspectos espaciales, geográficos y ecológicos comunes no garantiza que cada sociedad que comparta un mismo espacio vital este determinada a comportarse de igual manera, hay una serie de factores particulares que permiten apreciar los cambios (las constantes rupturas que supusieron los ascensos y caídas de los imperios sumerio, asirio, babilonio, elamita y neobabilónico) y las permanencias (la tecnología hidráulica, la escritura cuneiforme, el panteón de divinidades, las técnicas de construcción, la arquitectura, etc.) Vemos en estas distinciones y elementos compartidos un ejemplo de lo que Bravo llama espacio histórico (Bravo, 2012, pp. 33-34).    
Si bien, el reinado de Hammurabi supuso el esplendor de la civilización babilónica, ¿qué rol desempeñó Nabucodonosor?
Como menciona Oates, “la Babilonia que actualmente ve el turista es en gran parte ‘esta gran Babilonia’, la obra de los reyes neobabilónicos Nabopolasar y Nabucodonosor. Como hemos visto, gran parte de la ciudad fue restaurada, y de hecho, reconstruida bajo varios aqueménidas y seléucidas, pero de los monumentos de éstos se conservan muchos menos que los de Nabucodonosor, durante cuyo reinado Babilonia alcanzó la eminencia arquitectónica por la que es recordada” (Oates, 1989, p. 198).
       
  
En un momento de frágil estabilidad política, luego de la caída de la primera dinastía de Babilonia (o Amorrea), los siguieron en el poder la enigmática dinastía del país del mar y posteriormente la dinastía casita, con importantes asentamientos en Nippur, Uruk y Ur. Con el ambiente tempestuoso que supuso los vaivenes ante el poder territorial, la dinastía IV de Babilonia o II dinastía Isin se erige como heredera del legado hammurabiano y encaminada a la restauración de la antigua gloria babilónica. En su lucha contra los asirios asentados en Elam, Nabucodonosor recupera la estatua de Marduk y el código de Hammurabi retenidos por los elamitas, con ella recobra el poder simbólico proferido por la máxima divinidad y el poder político que le otorga uno de los más completos sistemas legislativos del mundo antiguo. Como diría Eisele, la intención de Nabucodonosor consiste en “en hacer de Babilonia, en honor de un dios, algo todavía más grande, más bello y más esplendoroso de lo que ya había sido hacía tiempo bajo Hammurabi, dar al país una nueva prosperidad religiosa y cultural y demostrar así ser el digno heredero de una civilización bimilenaria” (Eisele, 1989, p. 35).

Referencias:
Bravo, Gonzalo. (2012). Historia del mundo antiguo. Una introducción crítica. Madrid: Alianza Editorial.

Champdor, Albert. (1963). Babilonia. Barcelona: Ediciones Orbis S. A.

Eisele, Petra. (1989). Babilonia. Historia de la mítica ciudad. Colección Clío. España: Editorial EDAF S. A.

Lara Peinado, Federico & Lara González, Federico. (2009). Los primeros Códigos de la humanidad. Madrid: Editorial Tecnos.

Oates, Joan. (1989). Babilonia. Auge y declive. Barcerlona: Ediciones Martínez Roca S. A.

Sanmartín, Joaquín. (1999). Códigos legales de tradición babilónica. Madrid: Editorial Trotta.